7. ¿Creen los Bahá’ís en la Trinidad? (Parte I)

Parte 1: Entendimiento Baha’i de la Trinidad

La historia de la Trinidad es la historia de una componenda: La Trinidad es un dogma de la iglesia que proclama “el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo”. ¿De quién fue esta enseñanza? Esta enseñanza no provino de Jesús. Fue formulada en el año 325 AD por el Concilio de Nicea. Fue el Rey Constantino (¡no el Papa!) quien convocó este Concilio. El Rey temía que la Cristiandad sería destruida, ya que algunos obispos decían que Jesús era un hombre y otros obispos afirmaban que Jesús era Dios. Como resultado, se llegó a una componenda que ahora llamamos la Trinidad.

La Realidad Espiritual de la Trinidad: La creencia Bahá’í en la realidad espiritual de la Trinidad no constituye una doctrina ciega, sino que se fundamenta en la razón. El entendimiento baha'i de la Trinidad puede explicarse empleando el ejemplo de “el sol y el espejo”. Dios, el Sol; Cristo, su reflejo en el espejo; el Espíritu Santo, sus rayos. Desde una perspectiva, son diferentes; desde otra, son el mismo. Este es el verdadero significado de la Trinidad. Las citas en el dibujo ilustran este principio espiritual, utilizando el lenguaje familiar de la Biblia. Muchos de los principios se pueden encontrar en la Biblia en su forma embrionaria. Un buen ejemplo de esto es la Trinidad.

La Componenda:

En ese tiempo, aún no se había establecido la autoridad del Papa en Roma. Fue el Rey Constantino quien convocó el Concilio. Las controversias en torno a la naturaleza de Jesús amenazaban con destruir a la Cristiandad. Los obispos inclusive discutían sobre la pregunta "¿Jesús es Dios o es un ser humano?" La componenda fue "la Trinidad".

Después del Concilio de Nicea, muchos padres de la iglesia escribieron numerosos libros intentando explicar la Trinidad, pero al final, ¡varios confesaron que no podían entenderlo! La siguiente historia, tomada de los escritos de ‘Abdu’l-Bahá, ilustra la imposibilidad de comprender la Trinidad: "Se dice que una vez un obispo Juan de Crisóstomo caminaba por la orilla del mar reflexionando sobre la cuestión de la Trinidad e intentando reconciliarla con la razón finita. Captó su atención un niño sentado en la playa colocando el agua en un vaso. Acercándosele, dijo: "Hijo mío, ¿qué haces?" "Intento colocar el mar en este vaso", fue la respuesta. "Qué tonto eres" -dijo Juan- "al tratar de hacer lo imposible". Respondió el muchacho, "Tu labor es más extraña que la mía, pues tú te estás empeñando por reducir a los confines del intelecto humano el concepto de la Trinidad". (‘Abdu’l-Bahá: “Divine Philosophy”, p. 152)

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